Aunque deberíamos verla debutar este lunes, Lidia Vinyes se estrenó el pasado día 8 de noviembre en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona en la ópera de Berlioz ‘Benvenuto Cellini’, de cuyo montaje se encarga el fundador de los Monty Python, Terry Gilliam. La mezzosoprano catalana comenta de su director que es muy generoso y muy amable a la hora de reconocer el trabajo, pero también tiene muchísimo carácter. “Te dice las cosas directamente a los ojos y no pierde el tiempo: si hay que criticar algo te lo dice muy claramente”, dice Vinyes en Hoy por Hoy con Gemma Nierga. Vinyes expresa los nervios, la emoción y el terror que vivió cuando le avisaron de que tendría que sustituir a la italiana Annalissa Stroppa el día del estreno de la ópera, pero su voz dejó a todos los asistentes boquiabiertos. Era un reto para ella porque, según cuenta, es un espectáculo que, aunque ya se representó en Barcelona en 1977, se trata de una versión complicada, en parte porque Gilliam ha recortado 40 minutos de la obra original de Héctor Berlioz. Quien también le ha dado la enhorabuena por un trabajo “espléndido” es Josep Pons, el director musical de ‘Benvenuto Cellini’, que ya conocía a Lidia de su época de violinista. “La imagen que tengo de Lidia es que era muy jovencita y muy buena violinista. Años más tarde me pidió una audición y nos dejó entusiasmados con su voz. Estamos todos muy contentos y le deseo una feliz carrera”. El cariño es mutuo porque Vinyens asegura que Pons es muy valiente porque esta ópera tiene una música muy complicada. Pons se muestra entusiasmado con el montaje y considera a Gilliam un gran director, a quien le agradece además la facilidad con la que están trabajando. “Es fundamental la colaboración entre director musical y de escena. Un buen director de escena ayuda a resolver o a evitar que haya problemas”.
A l’affiche dans les “Stabat Mater et Musiques de la Passion” d’A. Scarlatti.
Vous avez fait forte impression dans la musique si virtuose de Porpora lors du dernier Festival Sinfonia en Périgord : qu’est-ce qui vous donne cette affinité spéciale pour cet art vocal ?
C’est une musique qui parle et qui se meut à travers de très longues phrases parsemées de petits ornements. Je trouve constamment quelque chose de neuf à dire grâce à cette grande richesse dans la composition, ce qui est très intéressant pour l’interprète. J’aime beaucoup la dimension de jeu, de challenge dans tout ce que je fais et cette musique réunit ces deux aspects: le jeu se trouve dans la maîtrise technique de tous les ornements, le défi est de rendre tous ces éléments musicalement très expressifs, au-delà de leur côté spectaculaire.
Comment définiriez-vous cet art du chant ? Avez-vous d’autres répertoires de prédilection ?
Nicola Porpora a été la découverte d’une personnalité et d’un langage uniques, comme sont ceux de Vivaldi ou de Corelli. On peut les reconnaitre immédiatement quand on les écoute. Avec Porpora, c’est de la virtuosité et du baroque dans toute sa pureté avec des lignes simples, naturelles dans les parties chorales auxquelles répondent des mélodies élaborées, expressives et ornementées dans les parties solos. C’est un langage qui demande une grande souplesse vocale et une stratégie dans l’utilisation constante de l’air. Je peux y ressentir les racines du bel canto qui va éclore une petite centaine d’années plus tard avec Gioacchino Rossini. Les opéras de ce dernier sont aussi mon autre répertoire de prédilection ainsi que les personnages masculins des opéras de G.F.Händel.
Vous étiez violoniste : comment vivez-vous ce glissement vers la voix et l’art lyrique ?
Déjà quand je travaillais sur mon violon et que je n’avais aucune idée que la voix deviendrait mon instrument principal, je chantonnais les phrases musicales pour trouver l’interprétation la plus pure et qui me soit la plus propre. J’ai toujours senti que dans tout instrumentiste se trouve un chanteur, alors le glissement vers l’art lyrique est quelque chose qui rentre dans mon développement naturel comme musicienne et comme artiste. Avec le chant je me trouve face à face avec la musique, sans rien entre mes mains, “nue”. Ce dépouillement ainsi que le contact direct avec le public me poussent vers un “voyage intérieur” artistique beaucoup plus intense.
Deux ou trois projets à venir qui vous sont chers ?
Un beau récital d’airs d’opéras baroques français au Festival Internacional de Santander, La Passion selon Saint Jean que je vais chanter en Septembre à Elne, ainsi que le Stabat Mater d’Alessandro Scarlatti avec “Le Parlement de Musique” et Martin Gester aux Festivals de Froville et Sinfonia en Périgord. Ces deux dernières œuvres sont d’une beauté et d’une spiritualité qui rendent le “voyage intérieur” encore plus riche.
Iba para violinista, pero un giro de la vida la puso en la senda del canto. El pasado domingo 8 de Noviembre, días antes de lo previsto, debutó en el Liceu. La ‘mezzo’ Lidia Vinyes Curtis llega pisando fuerte. Nacida en el seno de una familia aficionada a la música, el destino de Lidia Vinyes-Curtis –de madre belga y sin parentesco con el afamado tenor catalán– comenzó a intuirse hace muchos años, justo en esa edad en la que el horizonte de la vida apenas tiene la estatura de una muñeca. «Yo era muy pequeña, quizá cuatro o cinco añitos, cuando vi en la televisión la Tetralogía de Wagner, dirigida por Boulez y Chéreaux. Recuerdo que me fascinó tanto que le dije a mi madre: ‘Yo quiero ser cantante de ópera’». A partir de ese revelador momento se iniciaron sus clases de música que, naturalmente, no tuvieron como primer instrumento la voz. «Un tío abuelo mío era violinista, tocaba música zíngara. Quizá por eso me decidí por el violín», cuenta Lidia Vinyes-Curtis. Lo demás ya forma parte de su biografía artística. «A los 12 años tenía claro que quería ser músico, y a los 15 fui seleccionada para tocar con la Jove Orquestra Nacional de Catalunya, dirigida entonces por el maestro Josep Pons. Miembro, luego, de la Joven Orquesta Nacional de España (JONDE), la novel violinista realizó entonces varias giras por toda la península hasta que, como les ocurre a muchos intérpretes, una lesión derivada del uso continuado del instrumento la obligó a dejar el violín dentro de su estuche durante un tiempo. «En ese periodo de reposo obligado me planteé hacer muchas cosas. Me interesaban también la fotografía, el diseño gráfico…. y el canto». Era el antiguo entusiasmo infantil que ahora afloraba con renovada fuerza. Y también, con más sabiduría. «Después de la experiencia del violín quería un profesor que conociera muy bien la anatomía de la voz. Probé suerte con varios, hasta que encontré al argentino Jorge Sirena, que sigue siendo mi maestro hasta el día de hoy. El ha construido mi voz desde cero y me ha ayudado a encontrar mi tesitura, que es algo fundamental para la carrera de cualquier cantante», cuenta la mezzo. Al cabo de un tiempo, y mientras continuaba con su proceso formativo como cantante, el violín regresó a las manos de Lidia Vinyes. Y ahora, con un registro muy definido. «Me sentí atraída por la música y el violín barroco. Me fui a estudiar al Conservatorio de Toulouse; comencé a tocar con formaciones como Al Ayre Español, la Orquestra Barroca Catalana o el Ensemble Baroque de Limoges y acompañé a cantantes como la soprano Nuria Rial o la mezzo Marta Infante». Pero el futuro artístico de Lidia Vinyes-Curtis iba, sin duda, por otro camino. «Durante un tiempo simultaneé ambas cosas, pero poco a poco empecé a cantar con pequeñas formaciones, quintetos, octetos, repertorioantiguo: Victoria, Morales, Hidalgo, Durón… Luego me fui a Alemania; quería cantar Bach y Mozart. Estuve en Colonia, Friburgo y Basilea. Me di cuenta de que a mi voz le iba muy bien el repertorio barroco y la polifonía, aunque también me veía en un teatro de ópera haciendo Mozart o Rossini. Y también música contemporánea». En 2013, tras ganar el concurso de la Semana Bach que organiza la Bachakademie de Stuttgart, el gran Helmuth Rilling la invitó a participar en la interpretación de La Pasión según San Mateo de Bach, en una gira por Alemania y Sudamérica. Desde entonces, Lidia Vinyes-Curtis no ha parado. Su antiguo director de orquesta, Josep Pons, contó con ella para cantar La Atlántida, de Falla, junto a la Orquesta Nacional de España (ONE), formación que la tuvo de nuevo como solista en la interpretación del Réquiem de Mozart, bajo la batuta Giovanni Antonini. Rilling volvería a dirigirla en el Oratorio de Navidad, la Misa en si menor y las cantatas de Bach en Leipzig, Moscú y Hong Kong. Con Jordi Savall participó en al grabación de Guerra y Paz y con Sigiswald Kuijken cantará, el año que viene, su obra fetiche, la Pasión según San Mateo, en una gira por Japón y Europa que finalizará en el Concertgebouw de Ámsterdam. «La verdad es que no ha sido fácil. Al principio, en Alemania, no trabajaba nada y muchos directores me decían que tenía una voz muy mediterránea, que no encajaría con la técnica de allá. Hasta que encontré un director, Kay Johannsen, que apostó por mí porque le gustaron el timbre y la claridad de mi voz», cuenta. Sin embargo, a esta meteórica y singular trayectoria le faltaba, hasta ahora, un gran título operístico en una gran sala. Un vacío que el pasado domingo quedó definitivamente resuelto con su debut –una semana antes de lo previsto debido a la cancelación de su compañera de reparto, Annalisa Stroppa– en el espectacular montaje, firmado por Terry Gilliam, de la ópera Benvenuto Cellini, de Berlioz, en el Gran Teatre del Liceu. Lo ha hecho con el masculino papel de Ascanio, que le representó los vítores de la sala a noche del estreno. «Todo ha ido muy rápido. A principios de año mi agente me habló de unas audiciones a cantantes jóvenes que estaba haciendo la nueva directora, Christina Scheppelmann. Me presenté y aquí estoy», confiesa la cantante, que tiene claras sus aspiraciones. «Quiero combinar la ópera barroca con otros roles. Me interesa mucho cantar Mozart, Händel, Rossini. Y más adelante quizá un Werther. Me gusta cantar en francés, que es mi lengua materna», añade la artista, que en junio próximo estará en el parisino Théâtre des Champs Élysées, interpretando el rol de Zulma, de L’italiania in Argel, de Rossini, bajo la batuta de Jean-Claude Malgoire. Sin duda, la carrera de Lidia Vinyes-Curtis no ha hecho más que empezar. «De momento me planteo seguir viviendo a caballo entre Colonia y Barcelona, porque yo he de continuar viniendo aquí, siempre, para tomar mis clases. Si uno encuentra un buen maestro, que te da seguridad técnica, eso no hay que dejarlo nunca, porque es algo muy valioso». ¿Y el violín? «Pues sigo tocando para mí, y no descarto algún proyecto que me permita hacer las dos cosas.
Aunque deberíamos verla debutar este lunes, Lidia Vinyes se estrenó el pasado día 8 de noviembre en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona en la ópera de Berlioz ‘Benvenuto Cellini’, de cuyo montaje se encarga el fundador de los Monty Python, Terry Gilliam. La mezzosoprano catalana comenta de su director que es muy generoso y muy amable a la hora de reconocer el trabajo, pero también tiene muchísimo carácter. “Te dice las cosas directamente a los ojos y no pierde el tiempo: si hay que criticar algo te lo dice muy claramente”, dice Vinyes en Hoy por Hoy con Gemma Nierga. Vinyes expresa los nervios, la emoción y el terror que vivió cuando le avisaron de que tendría que sustituir a la italiana Annalissa Stroppa el día del estreno de la ópera, pero su voz dejó a todos los asistentes boquiabiertos. Era un reto para ella porque, según cuenta, es un espectáculo que, aunque ya se representó en Barcelona en 1977, se trata de una versión complicada, en parte porque Gilliam ha recortado 40 minutos de la obra original de Héctor Berlioz. Quien también le ha dado la enhorabuena por un trabajo “espléndido” es Josep Pons, el director musical de ‘Benvenuto Cellini’, que ya conocía a Lidia de su época de violinista. “La imagen que tengo de Lidia es que era muy jovencita y muy buena violinista. Años más tarde me pidió una audición y nos dejó entusiasmados con su voz. Estamos todos muy contentos y le deseo una feliz carrera”. El cariño es mutuo porque Vinyens asegura que Pons es muy valiente porque esta ópera tiene una música muy complicada. Pons se muestra entusiasmado con el montaje y considera a Gilliam un gran director, a quien le agradece además la facilidad con la que están trabajando. “Es fundamental la colaboración entre director musical y de escena. Un buen director de escena ayuda a resolver o a evitar que haya problemas”.
A l’affiche dans les “Stabat Mater et Musiques de la Passion” d’A. Scarlatti.
Vous avez fait forte impression dans la musique si virtuose de Porpora lors du dernier Festival Sinfonia en Périgord : qu’est-ce qui vous donne cette affinité spéciale pour cet art vocal ?
C’est une musique qui parle et qui se meut à travers de très longues phrases parsemées de petits ornements. Je trouve constamment quelque chose de neuf à dire grâce à cette grande richesse dans la composition, ce qui est très intéressant pour l’interprète. J’aime beaucoup la dimension de jeu, de challenge dans tout ce que je fais et cette musique réunit ces deux aspects: le jeu se trouve dans la maîtrise technique de tous les ornements, le défi est de rendre tous ces éléments musicalement très expressifs, au-delà de leur côté spectaculaire.
Comment définiriez-vous cet art du chant ? Avez-vous d’autres répertoires de prédilection ?
Nicola Porpora a été la découverte d’une personnalité et d’un langage uniques, comme sont ceux de Vivaldi ou de Corelli. On peut les reconnaitre immédiatement quand on les écoute. Avec Porpora, c’est de la virtuosité et du baroque dans toute sa pureté avec des lignes simples, naturelles dans les parties chorales auxquelles répondent des mélodies élaborées, expressives et ornementées dans les parties solos. C’est un langage qui demande une grande souplesse vocale et une stratégie dans l’utilisation constante de l’air. Je peux y ressentir les racines du bel canto qui va éclore une petite centaine d’années plus tard avec Gioacchino Rossini. Les opéras de ce dernier sont aussi mon autre répertoire de prédilection ainsi que les personnages masculins des opéras de G.F.Händel.
Vous étiez violoniste : comment vivez-vous ce glissement vers la voix et l’art lyrique ?
Déjà quand je travaillais sur mon violon et que je n’avais aucune idée que la voix deviendrait mon instrument principal, je chantonnais les phrases musicales pour trouver l’interprétation la plus pure et qui me soit la plus propre. J’ai toujours senti que dans tout instrumentiste se trouve un chanteur, alors le glissement vers l’art lyrique est quelque chose qui rentre dans mon développement naturel comme musicienne et comme artiste. Avec le chant je me trouve face à face avec la musique, sans rien entre mes mains, “nue”. Ce dépouillement ainsi que le contact direct avec le public me poussent vers un “voyage intérieur” artistique beaucoup plus intense.
Deux ou trois projets à venir qui vous sont chers ?
Un beau récital d’airs d’opéras baroques français au Festival Internacional de Santander, La Passion selon Saint Jean que je vais chanter en Septembre à Elne, ainsi que le Stabat Mater d’Alessandro Scarlatti avec “Le Parlement de Musique” et Martin Gester aux Festivals de Froville et Sinfonia en Périgord. Ces deux dernières œuvres sont d’une beauté et d’une spiritualité qui rendent le “voyage intérieur” encore plus riche.
Iba para violinista, pero un giro de la vida la puso en la senda del canto. El pasado domingo 8 de Noviembre, días antes de lo previsto, debutó en el Liceu. La ‘mezzo’ Lidia Vinyes Curtis llega pisando fuerte. Nacida en el seno de una familia aficionada a la música, el destino de Lidia Vinyes-Curtis –de madre belga y sin parentesco con el afamado tenor catalán– comenzó a intuirse hace muchos años, justo en esa edad en la que el horizonte de la vida apenas tiene la estatura de una muñeca. «Yo era muy pequeña, quizá cuatro o cinco añitos, cuando vi en la televisión la Tetralogía de Wagner, dirigida por Boulez y Chéreaux. Recuerdo que me fascinó tanto que le dije a mi madre: ‘Yo quiero ser cantante de ópera’». A partir de ese revelador momento se iniciaron sus clases de música que, naturalmente, no tuvieron como primer instrumento la voz. «Un tío abuelo mío era violinista, tocaba música zíngara. Quizá por eso me decidí por el violín», cuenta Lidia Vinyes-Curtis. Lo demás ya forma parte de su biografía artística. «A los 12 años tenía claro que quería ser músico, y a los 15 fui seleccionada para tocar con la Jove Orquestra Nacional de Catalunya, dirigida entonces por el maestro Josep Pons. Miembro, luego, de la Joven Orquesta Nacional de España (JONDE), la novel violinista realizó entonces varias giras por toda la península hasta que, como les ocurre a muchos intérpretes, una lesión derivada del uso continuado del instrumento la obligó a dejar el violín dentro de su estuche durante un tiempo. «En ese periodo de reposo obligado me planteé hacer muchas cosas. Me interesaban también la fotografía, el diseño gráfico…. y el canto». Era el antiguo entusiasmo infantil que ahora afloraba con renovada fuerza. Y también, con más sabiduría. «Después de la experiencia del violín quería un profesor que conociera muy bien la anatomía de la voz. Probé suerte con varios, hasta que encontré al argentino Jorge Sirena, que sigue siendo mi maestro hasta el día de hoy. El ha construido mi voz desde cero y me ha ayudado a encontrar mi tesitura, que es algo fundamental para la carrera de cualquier cantante», cuenta la mezzo. Al cabo de un tiempo, y mientras continuaba con su proceso formativo como cantante, el violín regresó a las manos de Lidia Vinyes. Y ahora, con un registro muy definido. «Me sentí atraída por la música y el violín barroco. Me fui a estudiar al Conservatorio de Toulouse; comencé a tocar con formaciones como Al Ayre Español, la Orquestra Barroca Catalana o el Ensemble Baroque de Limoges y acompañé a cantantes como la soprano Nuria Rial o la mezzo Marta Infante». Pero el futuro artístico de Lidia Vinyes-Curtis iba, sin duda, por otro camino. «Durante un tiempo simultaneé ambas cosas, pero poco a poco empecé a cantar con pequeñas formaciones, quintetos, octetos, repertorioantiguo: Victoria, Morales, Hidalgo, Durón… Luego me fui a Alemania; quería cantar Bach y Mozart. Estuve en Colonia, Friburgo y Basilea. Me di cuenta de que a mi voz le iba muy bien el repertorio barroco y la polifonía, aunque también me veía en un teatro de ópera haciendo Mozart o Rossini. Y también música contemporánea». En 2013, tras ganar el concurso de la Semana Bach que organiza la Bachakademie de Stuttgart, el gran Helmuth Rilling la invitó a participar en la interpretación de La Pasión según San Mateo de Bach, en una gira por Alemania y Sudamérica. Desde entonces, Lidia Vinyes-Curtis no ha parado. Su antiguo director de orquesta, Josep Pons, contó con ella para cantar La Atlántida, de Falla, junto a la Orquesta Nacional de España (ONE), formación que la tuvo de nuevo como solista en la interpretación del Réquiem de Mozart, bajo la batuta Giovanni Antonini. Rilling volvería a dirigirla en el Oratorio de Navidad, la Misa en si menor y las cantatas de Bach en Leipzig, Moscú y Hong Kong. Con Jordi Savall participó en al grabación de Guerra y Paz y con Sigiswald Kuijken cantará, el año que viene, su obra fetiche, la Pasión según San Mateo, en una gira por Japón y Europa que finalizará en el Concertgebouw de Ámsterdam. «La verdad es que no ha sido fácil. Al principio, en Alemania, no trabajaba nada y muchos directores me decían que tenía una voz muy mediterránea, que no encajaría con la técnica de allá. Hasta que encontré un director, Kay Johannsen, que apostó por mí porque le gustaron el timbre y la claridad de mi voz», cuenta. Sin embargo, a esta meteórica y singular trayectoria le faltaba, hasta ahora, un gran título operístico en una gran sala. Un vacío que el pasado domingo quedó definitivamente resuelto con su debut –una semana antes de lo previsto debido a la cancelación de su compañera de reparto, Annalisa Stroppa– en el espectacular montaje, firmado por Terry Gilliam, de la ópera Benvenuto Cellini, de Berlioz, en el Gran Teatre del Liceu. Lo ha hecho con el masculino papel de Ascanio, que le representó los vítores de la sala a noche del estreno. «Todo ha ido muy rápido. A principios de año mi agente me habló de unas audiciones a cantantes jóvenes que estaba haciendo la nueva directora, Christina Scheppelmann. Me presenté y aquí estoy», confiesa la cantante, que tiene claras sus aspiraciones. «Quiero combinar la ópera barroca con otros roles. Me interesa mucho cantar Mozart, Händel, Rossini. Y más adelante quizá un Werther. Me gusta cantar en francés, que es mi lengua materna», añade la artista, que en junio próximo estará en el parisino Théâtre des Champs Élysées, interpretando el rol de Zulma, de L’italiania in Argel, de Rossini, bajo la batuta de Jean-Claude Malgoire. Sin duda, la carrera de Lidia Vinyes-Curtis no ha hecho más que empezar. «De momento me planteo seguir viviendo a caballo entre Colonia y Barcelona, porque yo he de continuar viniendo aquí, siempre, para tomar mis clases. Si uno encuentra un buen maestro, que te da seguridad técnica, eso no hay que dejarlo nunca, porque es algo muy valioso». ¿Y el violín? «Pues sigo tocando para mí, y no descarto algún proyecto que me permita hacer las dos cosas.